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HISTORIA DEL ARTE

Tiwanakota - Forma y Espacialidad

Gran parte del análisis del pensamiento estético tiwanakota, arquitectónico y escultórico, es intuido, inferido e hipotético, basado en las escasas ruinas que quedan, las cuales sólo permiten algunas posibles críticas.

Con los bloques líticos diseminados por Tiwanaku se necesita una atenta reflexión para deducir causalidades metafísicas, diseños, contenidos morfológicos y comprender criterios constructivos y expresivos. Lo que resta físicamente es una mínima sombra de lo conceptual y edilicio como metáfora cósmica e ideológica de aquel misticismo.

La depredación ocurrida desde la conquista al siglo XX, ha sido continua sobre una realidad histórica desarrollada por más de mil años. No obstante, aún en esta situación desesperante, se logran percibir pretéritos destellos de aquella grandeza, plena de sentido y esplendor. Las piedras a veces hablan con sus corporeidades, comunican conceptos para los que intentan escuchar.

A lo largo del primer milenio de nuestra era, primero como aldea, luego como ciudad, por último como estado imperialista militar, la Cultura tiwanakota se expandirá por el altiplano andino con estructuradas clases sociales y autosuficiencia agraria. A partir del 800 d.C., acompañando a la Cultura huari, lo hará por la costa central y norte peruana, ocupando con dogma y comercio el norte de Chile e influenciando a la Cultura aguada del Noroeste argentino.

Desde temprano dominó la talla lítica, la cerámica, la textilería con singulares abstracciones ideográficas y la metalurgia del cobre y bronce. Su morfología se plasmó desde el escaso Estilo Figurativo: Naturalista hasta los normados Abstracto: Figurativo y Abstracto: Geométrico en los diseños dibujados y/o pintados sobre cerámica e incisos en esculturas líticas.

Una impactante impresión afecta desde la plástica tiwanakota por el despojado y macizo geometrismo Monumental y Purista de su arquitectura y escultura. Se enfrentan enormes bloques tallados --en su mayoría con función arquitectónica y, al mismo tiempo, con criterio escultórico-- de portentosa y expansiva espacialidad.

 

 

En Tiwanaku se infiere todo sólido, de ascética potencia, de relevante petricidad y conceptual simbología. Las ruinas poseen formas calmas, silenciosas, sagradas, de taxativo hieratismo, integradas con la solemne alegoría cósmica de volición eternal constituida por el centro de culto, "ombligo del mundo"

Similar a Teotihuacan, su espacialidad fue extensiva, e itinerante, pensada para albergar dioses y hombres. Todavía se percibe como producto de un sistemático Idealismo mítico elaborado por siglos y que sus piedras denuncian. Su verdad urbanística ceremonial fue establecida por el templo astronómico Kalasasaya, la Plaza Hundida, la pirámide Acapana y el enorme edificio Puma Punco. También, hay suficiente constancia de que su pensamiento constructivo morfoespacial fue arquitectónico-escultórico, similar a otros centros amerindios.

 

La escultura tallada es monolítica, vertical y estática, de Modo Híbrido, participando de lo Monumental y lo Intimista, de Estilo Híbrido, con elementos Puristas y Barrocos.

Se lo esculpe como relieve sobre un bloque prismático de aristas redondeadas, nunca rompe la plenitud del bloque y presenta reiteradamente la imagen de su dios Viracocha que muestra, como fantástico atuendo, signos incisos de complejas ideografías cósmicas.

 

Desde su hierática majestad, la talla expone la arquitecturización de la escultura en formas molduradas y por la enorme abstracción geométrica realizada. La imagen genera un áura de helada eternidad contemplativa, absolutamente fuera de todo humanismo. Durante siglos este tipo de obra sufrió rediseños que, paulatinamente, fueron precisando la forma y los contenidos temáticos.

Análoga presencia metafísica posee el imponente Portal "del Sol", arquetipo arquitectónico-escultórico. El monolito, tallado como arco pasante, (independiente de todo edificio), ostenta un relieve con la imagen Abstracto: Geométrica de Viracocha.

 

 

Se alude a un personaje solar, acompañado por guerreros y desplegando un discurso trascendental: la creación y el mantenimiento del mundo, explicitado por los atributos de la deidad. Tal relieve no es un ornamento sobre el portal, es inherencia del monumento, su Ser. El portal es una corporeidad unívoca donde resplandece un pensar dogmático trasmutado en diseño visual y plasmado en entidad arquitectónico-escultórica mítico-cósmica.

Un simétrico y estático equilibrio compositivo propiedad y símbolo de lo que se desea eternal, establece la morfología cósmica de la deidad, este ser totémico y convencional, mítico y plástico, del gnosticismo del altiplano andino. Descendiendo de aquel "Dios de los Cetros" que Chavín de Huantar legó ideológicamente mil años antes, es entronizado en Tiwanaku para una vigencia también eternal.

Las místicas composiciones pictóricas y signales, sobre ceramios y textiles, tampoco son meras ornamentaciones sino esencia constitutiva de dichas obras plásticas. Las vasijas y las telas, para funcionalidad ceremonial, se concibieron como soportes de tales imágenes, las cuales son lo propio de su entidad metafísica.

 

La característica de ser cualidades inmanentes de ceramios o textiles, más allá del falso concepto de ornamentación, fue válido para dicha plástica en todas las altas y medias culturas

Esto es así, no solo considerado como lo metafísico de lo mítico sino también como lo metafísico de una expresión artística que traspasa lo artesanal y lo sublima en poesía, trasmutando lo manual en espiritual, en la esencia de la plástica que la obra devela.

 

La situación es similar a la que ocurre cuando el artista deposita su expresión sobre una tela a través del pincel o modelando arcilla. Tela y arcilla son el soporte necesario para colocar esa expresión que el artista trasmite, por ende, de ahora en más tal sublimación poética será inmanencia de dicho soporte.

Una vez más, al son de una voluntad inclaudicable, en pos de una utopía, un pueblo amerindio conci- bió y ejecutó una obra sustentadora de su perennidad como cultura. Cada sagrada piedra tallada denuncia tal esfuerzo; el tonelaje de esa colosal materia trasmutada en corporeidad plástica de patente Fe y profunda poesía lo magnifica y la magistral huella dejada, aunque escasa, lo confirma.

 

 

Aquella impronta ontológica continuará presente mientras una sola de esas piedras perdure trasmitiendo su trascendentalidad metafísica.

 

César Sondereguer

Titular de Cátedra Diseño y Arte Precolombino
FADU - Univeridad de Buenos Aires - Argentina
Fotografías del autor

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