GRANDES PINTORES
Botticelli (1445-1510)
Virgen con el libro (1483)
Nacido en Florencia en 1445, hijo de Mariano Filipepi, curtidor de cueros, el joven Sandro, enfermizo e inquieto, realizó estudios de letras tal vez más profundos de lo que se acostumbraba entonces, por lo menos en su ambiente, y se inició en la pintura más tarde, bajo la guía del viejo Filippo Lippi. En esos años, cuidaba de él su hermano mayor, Giovanni llamado Botticello, de quien Sandro heredó el sobrenombre.
Cuando Botticelli debutó en la vida artística -lo precedían en muy pocos años Pollaiolo y Verrocchio y con muy poca diferencia lo seguía Leonardo- Florencia, la cultura más moderna de la época, potente económica y políticamente, poseedora de los mayores talentos estaba viviendo uno de sus más brillantes momentos. Antes de los treinta años, Sandro pertenecía al círculo de los Médicis, que lo consideró su maestro preferido.
En 1475 realizó un estandarte dedicado a Julián de Médicis para la Justa famosa cantada por Poliziano, y luego del dramático episodio de la conjuración de los Pazzi, pinta en el Palazzo del Bargello las imágenes de los conjurados ahorcados; trabaja para Lorenzo el Magnífico y para Lorenzo di Pierfrancesco, de la segunda rama de la familia, vinculándose así a ese grupo de ilustrados neoplatónicos cuyas ideas se reflejan en su cuadro más conocido, La Primavera.
La Anunciación (1489)
Roma lo llamó en 1481 para pintar en la Capilla Sixtina, junto a los demás
maestros más famosos de la época, las historias de Cristo y de Moisés, pero al año
siguiente volvió a Florencia para proseguir con sus trabajos favoritos, los mitos
antiguos, las Vírgenes y los retablos.
Es la última década de plena serenidad para
Botticelli, el momento de El Nacimiento de Venus, de los frescos de Villa Tornabuoni, de
los "tondi" famosos -la Virgen del Magnificat y la Virgen de la granada-de los
trabajos por encargo para las iglesias y los conventos más importantes, el Retablo de San
Bernabé, la Coronación de la Virgen para San Marco, la Virgen y Santos para Santo
Spirito, la Anunciación para los monjes de Cestello.
Pero ya en estas últimas obras se advierte una grieta, la vislumbre de los cambios que la muerte de Lorenzo en 1492 y la crisis política de 1494 debieron, sin duda, agudizar. Entre tanto la prédica de Savonarola, que ya en vida de Lorenzo lanzaba desde el púlpito invectivas contra la vida licenciosa y corrupta de su tiempo, iba gestando en el alma del maestro -que vivía entonces en la casa de su hermano Simone, ardiente seguidor del prior- dudas y recelos sobre su actividad pasada, sobre esos mitos profanos que los partidarios del prior sacaban de las casas florentinas, con fanático empeño para sacrificarlos en la hoguera de lo vano.
El nacimiento de la Venus (1484)
Para un hombre de cincuenta años, de espíritu introverso e hipersensible como era el suyo, en el que se nota la sutil melancolía aun detrás de la aparente serenidad de sus mitos profanos, el derrumbe del mundo que lo había recibido y honrado, la condena y la muerte de Savonarola agudizaron la crisis espiritual y se convirtieron verdaderamente en el golpe de gracia. Desde ese momento hasta su muerte, el maestro vivió encerrado en su mundo, del que desechó toda imagen "deshonesta" para dedicarse sólo a la historia sagrada.
Su obra se orientó a las presentaciones simbólicas y alegóricas con una severidad que fue definida como casi luterana; y en la Florencia de la primera parte del Quinientos, que parecía haber olvidado las amonestaciones del prior, y en la que trabajaban conjuntamente los nuevos talentos, Leonardo, Rafael y Miguel Ángel, el viejo Botticelli fue inevitablemente superado. Cada vez recibía menos encargos y en los últimos años sólo pinta para pequeñas congregaciones y para modestos clientes particulares. El 17 de mayo de 1510 Sandro Botticelli fue sepultado en la Iglesia de Ognissanti, ya desde tiempo atrás olvidado e incomprendido.
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