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GRANDES PINTORES

Jan Vermeer (1632-1675)

Jan Vermeer nace en Delft en 1632 y es bautizado en la Iglesia nueva de su ciudad natal el 31 de Octubre. Su padre, Reynier Vos, ejerce la profesión de tejedor de seda y, paralelamente, la de marchand. Debido al continuo trato con la pintura, surge en el joven el deseo de iniciarse en la carrera artística, sin embargo nada conocemos acerca de su aprendizaje.

 

El soldado y la muchacha sonriente

En 1653 se casa con Catharina Bolenes, de veintitrés años, y de su unión nacen once hijos. En el mismo año de su casamiento figura inscripto como pintor en la Gilda de San Lucas de Delft, de la que será elegido presidente dos veces (1662-63 y 1670-71), hecho que atestigua la notable consideración de que gozaba en el ambiente artístico de su ciudad.

 

Junto a su actividad de artista, desarrolla la de marchand y perito; sus cuadros, que requieren una lenta y trabajosa dedicación, no logran las altas tasaciones de los de sus contemporáneos de menor talento.

En 1663, un noble francés, de paso por Delft, escribe que en esa época Vermeer no tenía sus cuadros en un taller y que una "figura" de él, vista en una panadería, había sido pagada seiscientas libras y osadamente agrega que "le habría parecido excesivo pagar incluso seis ducados".

 

 

Este episodio testimonia que los cuadros de Vermeer son muy solicitados por los coleccionistas holandeses que compran toda su producción, la que por cierto no era tan exigua como hoy día, puesto que se conservan muy pocas de sus obras.

En efecto, en una subasta realizada en Amsterdam en 1696, un nutrido conjunto de veintiuno cuadros del maestro de Delft es vendido con discreto éxito, el catálogo completo de Vermeer, se compone de treinta y cinco números aproximadamente.

 

La lechera - 45x41 cm

La primera obra fechada de Vermeer es La Celestina (1656), le sigue El astrónomo (1668); siendo e1 período más intenso y feliz de la actividad vermeeriana, la que posteriormente pierde algo de su encanto al hacerse más fotográficamente realista.

A esta última etapa, caracterizable desde el punto de vista del estilo, por la aparición del claroscuro para individualizar la forma, anteriormente lograda solo por medio de sutiles variaciones tonales, pueden referirse obras como La alegoría de la Fe, La dama y la criada, La dama escribiendo una carta y la criada y 1as dos versiones de La dama a la espineta.

 

El intento de fechar las obras de Vermeer no sobre bases estilísticas, sino sobre elementos externos, como el arreglo, los trajes y los modelos, hasta el presente dio resultados muy dudosos.

 

 

En efecto, su fidelidad a lo natural nunca es un elemento decisivo, en la medida en que el artista incorpora a sus cuadros solamente esos fragmentos de la realidad (objetos, vestidos, rostros, ambientes, decoraciones) que en un determinado momento se componen líricamente en su pensamiento y hacen vibrar su sensibilidad. En Vermeer la crónica es un pretexto poético que se prolonga más allá del momento en que la observa por vez primera. En 1672, en medio de graves problemas económicos el pintor va a La Haya como experto para tasar un conjunto de cuadros y, ese mismo año, traslada su taller de la Plaza del Mercado a la Oude Langendyck.

 

El triunfo de Baco (1628)

Tres años después, en 1675, muere en Delft y el 15 de diciembre es enterrado en la Iglesia Nueva.

Las dificultades que debe afrontar su mujer a quien deja no mucho más que algún cuadro y una legión de hijos, casi todos menores de edad a quienes debe mantener, son fácilmente imaginables.

 

Después de su muerte, el nombre de Vermeer, tan poco divulgado durante los años de su fecunda labor cae totalmente en el olvido y disminuye el concepto que de él tienen historiadores y coleccionistas.

Después de la subasta de 1696 se pierde el rastro de sus pequeños cuadros y a menudo su firma fue cubierta con la intención de que pasaran como obras de artistas que gozaron de críticas más favorables como Pieter de Hooch y Ter Borch.

 

 

Solo después de doscientos años, hacia mediados del siglo XIX, comienza la revalorización y el descubrimiento de la obra vermeeriana, mérito exclusivo de los apasionados estudios de Thoré-Burger. Apenas entonces, entre un siglo y otro, se fue desarrollando una concienzuda tarea archivística y filológica de Obreen, Bredius y Hofstede de Groot, seguida por el fundamental estudio del pintor Jan Veth.

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