inscribirse |

x

E-mail:

Contraseña

Olvidé mi contraseña

x

Recuperar clave

Ingrese su email:

 

GRANDES PINTORES

Paul Gauguin (1848-1903)

Clovis Gauguin y Aline Chazal fueron los padres de Paul que nació en París el 7 de junio de 1848. Cuando sólo tenía tres años lo llevaron a Lima (Perú), donde vivían parientes de su madre, descendientes de un antiguo virrey. Su padre, periodista político de izquierda, murió durante el largo viaje, pero su viuda llegó a Lima con sus dos hijos y allí permaneció cuatro años.

 

Cuando volvieron a Francia, se instalaron en Orléans. Allí el joven Paul cursó sus estudios hasta que, en 1865 se embarcó en un buque de carga. También como marinero, hizo el servicio militar que terminó en la primavera de 1871. Pero su alma viajera no tardó en ambientarse en tierra: al amparo de Arosa -el gran coleccionista de Pissarro- ingresó en la agencia de cambio Bertin, donde se revelaron sus aptitudes para los negocios, y se benefició jugando a la bolsa.

 

Siesta, Tahití (1893) 88 x 105 cm

 

En 1873 se casó con Mette Sophie Gad, una joven danesa de familia acomodada. La vida de Paul Gauguin era la de un burgués: tenía hijos, ganaba dinero, coleccionaba cuadros modernos y, en los días feriados, pintaba junto a su colega Emile Schuffenecker. En 1876 tuvo la satisfacción de que uno de sus cuadros fuera aceptado en el Salón y desde 1880 en adelante, participó en todas las muestras del grupo impresionista. Ya Gauguin sé encuentra en la alternativa del trabajo y la pintura, pero no duda del camino a elegir: a comienzos de 1883, sin siquiera enterar a su mujer de su decisión, deja el empleo de Bertin, devorado por el único, casi loco deseo de pintar, a costa de cualquier cosa, a costa de su bienestar y del de los suyos.

 

Es superior a todo: a la familia, abandonada en Copenhague luego de una infructuosa tentativa de conciliar en esa ciudad las actividades comerciales con la artística; a la miseria, que en París lo obliga a pegar carteles para ganar el sustento; a la incomprensión del público que se burla de su trabajo; a la enfermedad que causa su traslado al hospital; a la dignidad, que olvida cuando abusa de sus amigos. Si su vida privada se empaña con estas actitudes, su pintura es siempre intransigente, exenta de estas implicaciones. Luego de estar en Ruán y en Copenhague, vuelve a Francia en junio de 1885 y comienza sus frecuentes viajes de París a la Bretaña atraído por el paisaje y el bajo costo de las pensiones.

 

Aquí conoció y trabó amistad con el joven pintor Charles Laval. Juntos intentaron la primera fuga de la civilización, partiendo en abril de 1887 hacia Panamá; luego se dirigieron a la Martinica pero en noviembre, enfermos y abatidos, volvieron a París sin un centavo. El buen Schuffenecker lo ayudó una vez más, hospedándolo en París, donde se relacionó con los Van Gogh, Vincent y Théo, que se entusiasmaron con sus obras, y en la galería dirigida por Théo Van Gogh presentó una muestra en 1888, sin éxito comercial.

 

Se estableció nuevamente en Pont-Aven, donde pintó, esculpió e hizo cerámica, rodeado por un grupo de pintores entre los que estaban el joven Bernard, Laval, de Haan y Sérusier.

 

El Cristo amarillo (1889), 92 x 73 cm

 

Luego de su estada con Van Gogh en Arlés, trágicamente concluida, se detuvo en París en casa de Schuffenecker y partió nuevamente para la Bretaña. La muestra presentada en el Café Volpini, durante la Exposición Universal de 1889 fue un nuevo fracaso, pero sus búsquedas interesaron a los jóvenes pintores y a la crítica. El momento de Gauguin estaba por llegar: a fines de 1890 se encontraba en París, y se convirtió en un asiduo concurrente de las reuniones de los simbolistas en el Café Voltaire. Allí se hizo amigo de Mallarmé, Aurier, Morice, Redon, Carrière, los Nabis y Mirbeau. Mallarmé presidió un banquete dado en su honor el 23 de marzo de 1891, pero él ya había abandonado Francia para embarcarse en la aventura de los Trópicos.

 

La primera estada en Tahití no fue larga ni feliz, pero desde ese momento en adelante siempre necesitó ese clima, ese ambiente natural, esa libertad. En París, donde volvió y se quedó desde agosto de 1892 a febrero de 1895, sufrió una serie de desilusiones: las subastas son desastrosas; la visita a su mujer, en Copenhague, es infructuosa; sus manos despilfarraron el dinero heredado de su tío; Annah, su amiga javanesa, lo abandonó luego de saquear el taller. Gauguin, se embarcó para Tahití a comienzos de 1895 para no regresar más a Francia. La correspondencia que mantuvo con su leal amigo Daniel de Monfreid fue lo único que lo unió al mundo después de separarse de su esposa.

 

Solo, padeciendo males atroces, abrumado por trágicas preguntas sin respuesta -"¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Adónde vamos?"- desprovisto de aspiraciones intentó suicidarse en 1898, pero se recuperó y volvió a trabajar a pesar de la extrema miseria.

En 1901 se fue de Tahití -para refugiarse en las Islas Marquesas, en la isla de Dominique- a causa de roces con las autoridades, que desaprobaban la presencia de ese blanco que vivía junto a los indígenas. Gravemente enfermo, estuvo tentado de regresar a Francia pero Monfreid le aconsejó que se quedara pues su destino estaba en esa isla. También las autoridades de las Marquesas consideraron que la presencia de este blanco defensor de los indígenas era peligrosa y, en marzo de 1903, lo condenaron a tres meses de cárcel.

Esto terminó de arruinarlo: vencido por estas preocupaciones y devorado por la enfermedad, sólo recibió consuelo de las palabras humanas del pastor protestante Vernier. Paul Gauguin murió el 8 de mayo de 1903.

 

 

Diseño 5artes.com Optmizado para: 1024 x 768 ® 5artes - Marca Registrada © Copyright 2001 - Todos los Derechos Reservados